viernes, 30 de mayo de 2014

Oído a escondidas

Durante los primeros tres años de vida, mi nieta Dolores vivió conmigo en mi casa. Cierto día, cuando todavía era de meses, se me ocurrió que podía suceder esto y lo escribí. Ahora ya tiene más de cuatro, es toda una nena, pero fue la fuente de inspiración para este cuentito:





 -¡Uf! ¡Por fin terminó!
-¡Es cierto! Que día, mamma mía.
- Espero secarme pronto, sino mañana no voy a estar listo
- A mí me duele todo, encima, mira… me falta un cacho
-¡Uh! ¡Es cierto! ¿Qué pasó?
- ¡Setenta veces me tiró al piso, setenta!
- ¿A sí? ¿Y por qué?
- Y… miraba al abuelo, él le decía ¡NO! entonces me tiraba, él me levantaba y de nuevo a empezar, yo soy de plástico, ¿te das cuenta?, ellos se reían, pero yo…
-Claro, sí, a mi me lo hizo un par de veces pero lo dejó enseguida, será porque soy de peluche y no hago ruido al caer.
- Puede ser, no sé.
- De cualquier manera, a mí, me estuvo chupando todo un montón de tiempo, espero que le crezcan pronto los dientes así deja de morder.
- Yo en realidad prefiero que me muerda, sin dientes me hace cosquillas, pero, con esto que aprendió ahora…
- ¡Cuidado! Silencio, ahí vienen del baño, ahora le dan de comer y a dormir.
Este diálogo escuché anoche en la habitación de mi hija entre un oso de peluche y un sonajero cuando fui a buscar algo que ella me había pedido para mi nieta y al oír las voces me quedé detrás de la puerta.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario