El paisaje era
selvático, se movía con cuidado y temor. Sólo quería sobrevivir.
Lo vio ahí
durmiendo, estirado cuan largo era. Tenía puesto un chaleco verde oliva y su
piel negra daba reflejos azulados. Estaba muy tranquilo, tal vez por pertenecer
al bando de los poderosos, aquellos que
cuando caminan por cualquier sitio se imponen. Sus pectorales y extremidades
mostraban músculos impecables.
Y ahora ella, tal
vez el eslabón más débil de la cadena, lo tenía a su merced. Su instinto le
decía que era mejor buscar otro objetivo más accesible pero, también, que esta
era una oportunidad de oro. De tener éxito viviría como una reina, de lo
contrario sería seguramente desperrada. No pensó más. De un salto se encaramó
al cuerpo perfecto y lustroso. Nunca supo lo que le pasó. No conocía las armas
biológicas. El collar anti pulgas cumplió su función.
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