En un río cerca de mi casa vivía
un pececito que se llamaba Tincho. Siempre andaba jugando y nadando entre las
piedras y plantas acuáticas. Se escondía y asustaba a sus amiguitos apareciendo
de repente por detrás de ellos. También se divertía cuando ellos le hacían lo
mismo a él, nunca estaba enojado. Cierto día, jugando, se aproximó demasiado a
la costa, su madre que no lo perdía de vista lo llamó y le dijo:
-No te acerques tanto a la orilla, hay muchos
peligros ahí.
Él, como era muy obediente le
hizo caso, sólo que, antes de alejarse, había alcanzado a ver en un árbol algo
con varios colores que cantaba por lo que le preguntó a su madre:
-¡Ma! ¿Qué es eso que tiene tantos colores y
canta allí afuera?
-No lo sé hijo, ten cuidado y no vayas allá.
La curiosidad lo dominó y asomó
su cabecita fuera del agua, justo en el momento que el siete colores pasaba por
sobre su cabeza volando. Comenzó a indagar entre sus amigos pero ninguno sabía
de qué hablaba. Pensó entonces en preguntarle a Don Ramón, el bagre, que según
se decía era muy sabio, se acercó tímidamente y dijo:
-Don Ramón ¿Qué es eso que tiene muchos colores y
anda por el aire.
Éste era muy sabio pero nunca
había salido del fondo del río por lo que un poco malhumorado contestó:
-No sé de nada que tenga muchos colores, vete de
aquí, vete.
En un recodo del río se encontró
con unos juncos que crecían allí y que estaban algo más alejados de la orilla.
A ellos les preguntó:
-¿Qué es eso que tiene muchos colores y que
anda por el aire.
-¡Ah! Ese es Sietecolores, el pajarillo. A
veces se para encima nuestro y nos hace cosquillas con sus patitas, además de
alegrarnos con su canto.
-Yo quiero volar y cantar como él- dijo
Tincho, los juncos contestaron:
-Eso es imposible, tú no podrías respirar
fuera del agua.
Sietecolores que justo estaba allí y escuchó, comentó:
-Sólo tienes que batir tus alas y volarás
igual que yo.
-Pero -dijo Tincho mirándose -yo no tengo
alas.
Justo en ese momento apareció con un último salto, Cuca, la
rana.
-¿Vos podes salir fuera del agua? ¿Cómo
haces eso? Yo quiero hacerlo también.
-Es muy fácil -contestó Cuca - sólo tienes
que impulsarte con las patas traseras.
-Pero, yo no tengo patas - dijo Tincho y se
fue muy triste rezongando y repitiendo – no tengo patas, no tengo alas, estoy
muy aburrido aquí abajo, esto no es vida quiero salir de aquí y volar o saltar
por entre las flores y los árboles.
Cuca, Sietecolores y todos sus amigos le dijeron:
-Vos podes nadar como ninguno de nosotros,
cada uno tiene lo suyo, no te quejes y acéptalo.
-Yo quiero volar o saltar, si no soy un
fracaso, no sirvo para nada.
Todos le repitieron que no era
así, sino que era su naturaleza, pero, él no les creía y ya no jugaba ni nadaba
con su habitual alegría. Así, se pasaba las horas escondido tras una gran
piedra suspirando.
Pasaron unos días y se desató una
gran tormenta, había muchísimo viento que provocaba que las ramas de los
árboles se bambolearan peligrosamente. En uno de esos bamboleos uno de los
huevitos que estaban en el nido de Sietecolores voló y fue a parar al fondo del
río. Desesperado Sietecolores le pidió ayuda a Cuca quien inmediatamente se
zambulló pero no pudo llegar hasta el lugar en el que había quedado. Acudieron
entonces a Tincho, quien como siempre estaba apoyado en su piedra, le
explicaron lo que sucedía y éste salió hecho una flecha hasta el lugar. Con su
gran capacidad de nado llegó fácilmente hasta el lugar donde había quedado el
huevito y poco a poco, empujándolo con sus aletas lo sacó hasta un sitio en el
que Cuca lo pudo atrapar con sus patas y alcanzárselo a sus padres quienes lo
recibieron con cantos de alegría.
Todos alabaron la facilidad con
la que Tincho había podido ayudar a Sietecolores y le agradecían hablando
orgullosamente de la hazaña de éste.
Por fin, Tincho, reconoció que
sus amigos tenían razón, que cada uno tiene una determinada condición y que la
de él era invaluable, así como la de Sietecolores, alegrando la vista o el oído
o la de Cuca con sus grandes saltos. Así, volvió a ser el más alegre de los
pececitos y muchas veces se animaba a saltar por afuera del agua.
Eran esos momentos en los que él se sentía
igual a Cuca o incluso también cuando apenas dejaba el agua por unos instantes
creía ser Sietecolores. Sin embargo nunca más se sintió fracasado, ni volvió a
repetir que no servía para nada.
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