Da vueltas y vueltas en su cama, en el viejo Winco gira y
suena, rayado, un disco:”…su risa loca…” “…su risa loca…” “…su risa loca”. Son
las 4,30 de la madrugada, él lo sabe por que está llegando el primer tren,
acompasa el ruido del tren al disco: “chaca, chaca” “chaca, chaca”; “…su risa
loca…”; “chaca, chaca”. Recuerda las veces que acompasaban el ritmo del amor de
ellos con el del tren y ambos reían.
Otra vez el tema de la risa, la de
ella, que no era una risa loca. Era, la que le soltaba los pájaros por las
mañanas, la que entibiaba el cuarto junto a los rayos del sol que pasaban entre
el paraíso y el nogal. Era esa risa que mantenía la luz encendida y el piso
lejano.
Vuelve a su memoria la noche en que
se conocieron, en el club del barrio con orquesta en vivo. Ella tímida al lado
de su madre apenas sonrió cuando él con un gesto la invitó a bailar y luego
bailaron toda la noche al ritmo firuleteado de las milongas y su risa. También
la otra noche, la más oscura, la más negra, aquella en que la barbarie loca les
arrebató sus hijos, aquella en la que se perdió también esa risa para
transformarse en lucha, golpear de puertas, llanto de fe. Él detrás de ella,
acompañando, pero siempre detrás.
Piensa que cuando bailaban y
cantaban los tangos, él siempre pensó que no la merecía, y tenía miedo de ser
abandonado, de quedarse solo. Pero, eso no pasó, todo se transformó en un
cambalache gigante, uno que ni Discépolo imaginó. Y nadie escribió un tango con
lo que sucedió, cómo, cómo describir aquella terrible pérdida. Cómo hacer para
contar la infinita cantidad de veces en que una leve sonrisa de esperanza
aparecía en sus rostros al sentir un toque o un llamado en la puerta y
desvanecerse inmediatamente porque no eran ellos…no eran ellos
Ella tampoco duerme, la siente en la
cocina, cocinando una tarta invertida de manzanas, por el olor lo sabe. Escucha
el ruido de cacharros, está lavando y limpiando todo por enésima vez y no
porque esté sucio sino, porque algo tiene que hacer mientras espera que llegue
la mañana.
Esa cita.
A las nueve les dijeron.
Van a pasar a buscarlos.
Ella va, después de treinta y tantos
años a recuperar un nieto, él además busca una risa, esa risa.
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