lunes, 16 de junio de 2014

Una Cena



La cena había terminado y el grupo charlaba animadamente, disfrutando la sobremesa. Afuera la noche estaba oscura y fría. La niebla impedía ver más allá de las esquinas. A lo lejos se oía una sirena y en los aleros de las casas los murciélagos ejecutaban vuelos rápidos, frenéticos.
Una carcajada general explota por los dichos de Luis que ha contado uno de sus cuentos. La anfitriona se levanta:
-¿Quieren café?- pregunta, mientras va llenando la pava y encendiendo el fuego. Por detrás de ella y como cada vez que se mueve se ha levantado y camina la perrita, Kity.
-¡Ay Kity! ¡Cuidado! Un día me vas a hacer matar de un golpe.
-Cómo te sigue- comenta Flavia
-Sí, todo el tiempo me anda por atrás, a veces se sienta o se echa a mis pies cuando lavo los platos y tengo que tener un cuidado al retroceder que ni te cuento.
-Lo que son los perros, ¿No?, súper fieles y compañeros- comenta Carlos
-Algunos- dice Daniel- algunos, ¿No se enteraron?
En ese momento se produce un gran estrépito en la parte superior de la casa.
-¡Uh! Se levantó viento, anda Beto, es la ventana de la habitación.
Ya Beto estaba corriendo por las escaleras
-¿Necesitas ayuda?- pregunta el Colo
-¡No! No te hagas problema, ya vuelvo- grita, subiendo.
En la mesa se reanuda la conversación en forma general sobre el tiempo y lo raro que está.
-De pronto se levanta viento y luego pasa como si no hubiera existido.
-Sí, o se producen esos chaparrones terribles un rato y luego pasa como si nada.
La niebla se ha ido espesando, las luces de la calle pasan apenas entre la frondosidad de los árboles, produciéndose un paisaje espectral al mirar hacia afuera, con esos rayos que se forman por efecto de la misma. En el frente de la casa, un gato se dedica a romper una bolsa de basura en busca de alimento. Levanta la cabeza y para las orejas. Sale escapando hacia la esquina velozmente, se escuchan algunos ladridos y maullidos. Luego el silencio vuelve.
Beto regresa sonriendo.
-Nos olvidamos de asegurar el postigo pero ya está todo bien, che Dani ¿de qué nos teníamos que enterar?
-¿Qué? No sé, ¿de que hablábamos?-
-No me acuerdo, ¿del tiempo?- Acota el Colo
-No, no, de los perros- salta Silvia
-¡Ah! Es verdad, ¿No se enteraron lo que pasó con el Pancho?
-¿Quién es el Pancho?
-El callejerito de la otra cuadra…el que siempre está en la verdulería…
-¡Ah! ¡Sí! El marroncito ese que sigue a todo el mundo y hay varios que le dan de comer.
-Ese mismo-
-¿Y qué le pasó?
-Anteanoche… ¿Anteanoche fue, no amor?
-Sí, anteanoche- reafirma Silvia
-No se sabe bien por qué pero hubo una jauría de perros de la calle que lo atacó, Roque, el verdulero, dice que eran como veinte. Lo mataron y se lo comieron sin que nadie pudiera hacer nada, es más, uno o dos que pasaban quisieron ayudar a Pancho y los callejeros se volvían y atacaban a las personas.
-Bueno, pero por unos pocos no se puede juzgar a todos.
-Sí, eso es cierto. Lo que también es cierto es que cada vez hay más callejeros y están cada vez más salvajes.
-Y sí, eso es así, vos viste que la gente no los atiende y no los castra, entonces cada vez son más.
-Yo no creo que sea para tanto- dice Flavia
Luis que desde un rato antes se ha parado y está observando por la amplia puerta ventana que da al jardín pregunta:
-Che, Beto, ¿Tenés una linterna?
-Sí, ¿para qué?
-Traela, me pareció ver algo que se movió por allá, entre los rosales.
-Suelen andar gatos por ahí- comenta mientras va hasta un mueble y retira una linterna bastante potente. Beto, Luis y el Colo se acercan a la puerta ventana mientras ellas se quedan levantando algunas cosas de la mesa y charlando. Iluminan sin ver, en principio, nada, luego aparecen nítidos dos ojos amarillos, grandes que avanzan. Es un perro muy parecido a la raza pointer de color pardo claro. Camina hasta el centro del jardín por una zona de pasto bien cortado y se detiene a unos tres metros de la ventana, siempre observando hacia adentro con la boca abierta y chorreándole un hilo de baba.
-¡Qué raro!- dice Beto –casi nunca entran-
En ése momento el perro comienza a cavar, furiosamente
-¡Uy! Si lo ve Carla, lo mata- comenta Beto y abre la puerta ventana
-¡Fuera! ¡Fuera!- alcanza a decir antes de ser atacados por otros perros que estaban apostados en los alrededores. Varios más en tropel ingresan por la puerta abierta atacando a todos en el interior.
Sólo se escuchan ladridos, gruñidos y gritos por una buena media hora. Luego, silencio, el vuelo de los murciélagos y el roce del viento entre los árboles.
 La niebla continúa cerrándose.

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