martes, 10 de junio de 2014

El molde

Este es uno de los cuentos que está en el libro: "La Curva de la Niña"



Yo no lo quería admitir, pero, ahora creo, ¡Bah!, me doy cuenta que el flaco tenía razón. Desde siempre lo dijo y no sé como lo sabía él, supongo que por pura observación, nomás. Nunca se casó y cuando le preguntábamos decía
-No hay más que mirar el molde para decir que no.
No que el flaco fuera rarito, ni que no le interesaran las minas, pero, se las rebuscaba de otra forma. Pasaba cada tanto por la Ranchada en el Bajo y tenía ahí algunas minas que por dos mangos lo calmaban. Alguna vez fui con él, no me gustaba mucho, porque él entraba y a lo sumo cinco minutos después ya estaba afuera y entonces me llamaba, e insistía, una vez hasta llegó a entrar a la pieza para apurarme, y a mí, ya que pagaba, por lo menos me gustaba disfrutarlo un cacho.
Una vez, sólo una vez se enamoró. Era una peruanita deliciosa, la verdad todos lo envidiábamos un poco, tenía esa piel aceitunada que brilla reflejando el sol, el pelo largo, lacio y negro, unos faroles marrones con brillitos impresionantes y de cuerpo, no, no que fuera una bestia. Tenía lo justo, buenas tetas, como dos pomelos chicos o dos manzanas grandes, buena cintura y el culo tal vez un poco grande pero muy bien formado y armónico, eso, armónico, todo en ella armonizaba, hasta la forma de ser. Era dulce y cariñosa con él y siempre amable y generosa con los amigos. Casi seis meses dejé de verlo al flaco en esa época hasta que un día llegué al barcito de la costa y lo vi acodado en la barra cabizbajo
-¿Qué pasa? Le pregunté
-Nada loco, miré el molde y tuve que decir que no
-No te entiendo, ¿te peleaste con la peruanita?
-No, no, pelearme no, pero sí la dejé
-¿Por qué? ¿No estabas tan enamorado? Era linda y se llevaban muy bien
-Sí, loco, sí. Pero vi el molde
-¿Qué molde? ¿De qué hablas?
-La madre, loco, conocí a la madre, ¿sabes lo que es? Un tanque, loco, 120kg por lo menos, las tetas le llegan al pupo y cuando camina, mirándola de atrás me hizo acordar al rinoceronte del zoológico, ¿viste?
-¿Y eso que tiene que ver?
-Así va a ser ella, ¿No entendes? El molde es feo y gordo, dentro de diez o veinte años ella va a ser igual.
Y ahora, veinte años después me acordé del flaco y le tuve que dar la razón. Me levanté a las tres de la mañana, con la boca seca, caminé hasta la cocina, tratando de despertarme, ¿viste cuando vas como en una nube, tambaleando y chocando contra los muebles? Bueno, así. Abrí la puerta y ahí, ahí, de espaldas en la mesada estaba mi suegra, encorvada, con esa nariz ganchuda y los pelos parados, sí, la que murió hace diez años, pero, estaba ahí, sirviéndose un vaso de agua. Casi me desmayo, pegué un grito,  ella se dio vuelta, me miró asustada también y me preguntó
-¿Qué te pasa querido?
Y tuve que mentirle… a mi señora, tuve que mentirle
-No, nada, querida, nada, me asusté, creí que seguías en la cama

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